Budva, la playa de Montenegro se esconde entre naturaleza
Aunque Montenegro es un destino creciente a nivel turístico en Europa, seguramente en el imaginario colectivo no aparece aún como un paraíso de playa, como Budva. Difícil de imaginar que más allá de sus castillos medievales, sus montañas y sus ciudades en las que aún pervive la huella de la arquitectura comunista, aparezcan playas de arena amarilla rodeadas de vegetación y calas deslumbrantes al más puro estilo mediterráneo.
Montenegro también es Adriático, y aunque su costa no tenga la fama de la vecina Croacia sus playas también son dignas de reconocimiento. Budva, una ciudad con pasado medieval perviviendo en su diminuto casco histórico, es uno de los grandes exponentes en la costa. Aunque a primera vista no parezca nada más allá que una 'Fuengirola del este'.
Media hora la separan de Kotor, gran exponente turístico del país, y la llegada ya indica que estamos ante una urbe de crecimiento desordenado, de expansión turística un tanto desigual y en la que se buscó la masificación. En Buvda se encuentran infinitamente menos turistas extranjeros que en la bahía de Kotor, sin embargo la presencia de grandes hoteles y centros comerciales es evidente. A priori, en las calles alejadas de la costa y en la zona que acompaña al puerto deportivo se encuentran todas las manías del modelo turístico de masas.
Sin embargo, basta adentrarse en las calles de su casco histórico y, sobre todo, caminar hacia las escondidas calas que se esconden tras éste, para descubrir el secreto que guarda Budva. Aunque su pasado medieval no está tan bien conservado como en Kotor, merece la pena dar un paseo por sus adoquines y sus callejones antes de caminar a descubrir como, escondidas tras la rocosa orografía, aparecen varias playas que seguramente estén en el TOP del país.
Una ciudad que se dice de origen fenicio, por la que pasaron griegos y romanos y que guarda tras sus murallas la historia y la arquitectura veneciana. Un pasado repetido en cada punto de interés de la costa balcánica. Su pequeño tamaño hace que perderse por su interior lleve apenas media hora tranquila, en la que poder visitar también sus 3 iglesias o su museo (algo desangelado pero con unas vistas muy agradecidas de la zona).
Las terrazas, restaurantes y cafeterías proliferan dentro de la ciudad vieja y en los alrededores, en el paseo que recorre desde allí hacia el puerto deportivo y hacia la zona más turística se van desperdigando bares y kioskos en los que los platos típicos demuestran tradición griega y otomana. Los precios también decaen en Budva si se comparan con la turística Kotor o la costa Dálmata.
Playas
Todo lo anterior seguramente no sería suficiente para visitar Budva, pero el mayor atractivo de este lugar, lo que lo convierte en uno de los grandes atractivos de Montenegro no se ve a simple vista. Caminando unos minutos hacia el norte desde las murallas, por un paseo que siempre da al mar y que circula por pequeños túneles de roca, aparecen las playas.
Calas de arena amarilla, aguas cristalinas, la exuberante naturaleza de un país tan montañoso como Montenegro llegando casi hasta la orilla. Nadie mencionaría a esta pequeña república ex-yugoslava entre los lugares de veraneo, o entre los paraísos del mediterráneo, pero lo cierto es que en este rincón se envidian poco otras costas de mayor fama.
El negocio de las hamacas, o la existencia de bares en plena playa, pueden empañar un poco lo que podría ser una maravilla virgen. Pero también la tranquilidad es mayor, y la masificación menor, que en lugares más habituales en los catálogos de vacaciones.
Llegué a Budva en un viaje que me traía desde la impresionante Dubrovnik, y fue mi última parada junto al mar antes de adentrarme más profundamente en los Balcanes. No me defraudó. Ya dije anteriormente que Montenegro es un país repleto de posibilidades turísticas, y que está por explotar. En este rincón del Adriático, incluídos sus excesos propios de un turismo de masas a medio gas, se verifica. A este lado de Europa hay mucho por descubrir.
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