viernes, 25 de octubre de 2013

Ciudad encantada de Cuenca, un fondo marino a 1.500m de altitud

Roca en el parque | B. Iru Pérez
Un fondo marino en medio de un bosque de pinos, así se podría definir la ciudad encantada de Cuenca. Una serie de formaciones rocosas que asemejan por momentos a los paisajes de las películas más extraterrestres y que formaron parte, hace más de 90 millones de años, del Mar de Thetis, que unía el cantábrico y el mediterráneo.

La visita al Parque Natural esta organizada mediante un ruta de alrededor de una hora de caminata en la que se van señalando mediante carteles las rocas más representativas. Desde la clara visión de la cara de un hombre o la pelea entre un elefante y un cocodrilo hasta otras para las que hace falta estrujar la imaginación y en las que, aún así, difícilmente se encuentra semejanza al nombre indicado en el cartel.

Uno de los pasadizos del recorrido por el parque | B. Iru Pérez

Durante la visita se alternan los espacios abiertos, entre el interminable pinar en el que se encuentra emplazado el parque, con los estrechos pasadizos entre las rocas, ancianos fondos de un mar del Cretácico. Lo alejado de la zona y la longitud del recorrido, en la que se reparten ampliamente los grupos de visitantes, permite perderse en el silencio del bosque y de las piedras dando al paisaje un ambiente incluso más lunar.

Entre las rocas más destacables está el llamado 'Tormo Alto', una gigantesca formación de piedra con forma de hongo que aparece nada más iniciar el recorrido. El sobrecogedor tamaño de este monumento natural da paso a otros de similar calibre, pidras que parecen haber brotado en medio del bosque con sus estrambóticas formas.

'Tormo Alto', la gigantesca roca a la entrada del parque | B. Iru Pérez

Llegar al parque
Desde el centro urbano de Cuenca llegar al parque lleva entre media hora y 45 minutos en coche atravesando una carretera de montaña, plagada de curvas pero en buen estado. El parque cuenta además con un hostal con restaurante así como una tienda de regalos y es una visita muy recomendable (y casi imprescindible) de cualquier escapada de más de una noche a la ciudad conquense.


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