Paladares de altos vuelos con Iberia
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Como pasa casi siempre (quizás
por desgracia) que uno se inmiscuye en aquellas áreas más exclusivas
económicamente, parece que los problemas del vulgo desaparecen. Hablando de
comida y hablando de Iberia. En medio de la espiral de desastre que vive la
compañía, con empleados al borde del colapso nervioso, maletas que no llegan y
despidos que vienen y van, aún mantiene un rincón en el que se crea la ilusión
de que la aerolínea está ajena a estos devenires, su clase Business,
especialmente su menú. Desmitificando la comida de los aviones, el empeño de la
compañía por añadir chefs de primera categoría a su catering ha dado resultado.
Con dos estrellas Michelin a sus espaldas cada uno, Toño Pérez, Paco Roncero, Ramón Freixá y Dani García elaboran un selecta serie de platos (o platitos) que solo se puede degustar en pleno vuelo. El menú elegido para desarrollar está opinión ha sido el servido en un vuelo Tenerife Norte – Madrid, operado en un Airbus A-321, con una clase Business que, aparte del mayor espacio entre asientos, ofrece pocas ventajas. Platos escuetos, muy escuetos en ocasiones, pero con ingredientes cuidadosamente seleccionados y una presentación bastante aceptable.
Cuando se llega a lo importante,
se hinca el diente al plato seleccionado, se rompen los tópicos que enmascaran
las comidas a bordo, las texturas y sabores transportan a grandes restaurantes
asentados en tierra firme. Tras la ensalada, en la que la frescura de la
lechuga anunciada por el Menú se hace más realidad de la que se espera a esas
altitudes, es el turno de elegir un segundo plato, en este caso Cherne con
crema de mojo verde. Si bien cabe destacar que, para los nacidos en Canarias,
el parecido al mojo verde será meramente léxico, sorprende gratamente la
textura y la exquisitez de la pequeña pieza de pescado y su salsa.
Antes del postre se puede
degustar un fragmento de queso de vaca al pimentón que confirma la calidad de
los ingredientes utilizados (fragmento ínfimo, eso sí, acompañado de un par de
uvas). Un bocado que precede a un pastelito
de yema y nata que, aunque no supera con creces la normalidad, pone broche
a una selección muy cuidada y que, si no llena estómagos, al menos no dejará
indiferentes a los paladares.
- Ensalada fresca de lechugas con pimiento a la parrilla, vinagreta de vinagre balsámico al Pedro Ximénez
- Pollo relleno de queso crema y albaricoque seco, cebolla caramelizada a la naranja
o
- Cherne al horno con crema de mojo verde
- Queso de cabra (finalmente que sirven uno de vaca) con uvas
- Tarta de yema y nata
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